Las armas de asedio eran armas que se usaban en la antigüedad para destruir o superar fortalezas, murallas, castillos y fuertes de manera eficaz durante un asedio.
La maquinaria de asedio permitía ahorrar tiempo y aumentar las posibilidades de éxito en la conquista de la ciudad. Estaba diseñada principalmente para ir sorteando los obstáculos que una fortaleza podía suponer para el ejército atacante.
Los diseños medievales incluyen la catapulta (la cual a su vez incluye el onagro), la ballista y el trabuquete. Estas máquinas utilizaban energía mecánica para lanzar grandes proyectiles para destruir las murallas. En Europa, la catapulta la inventó Sionisio I de Siracusa en el año 399 adC. También se utilizaron el ariete y la torre de asedio, una torre de madera con ruedas que permitía a los atacantes escalar las murallas estando a la vez protegidos de las flechas enemigas.
Una confrontación militar típica en el medievo era cuando un ejército sitiaba el castillo del oponente. Si éste estaba bien defendido, las opciones se limitaban a establecer un asedio con la finalidad de rendir la fortaleza por hambre, o a utilizar máquinas de asedio para destruir las defensas fortificadas.
Había otras tácticas, como prender fuegos alrededor de las murallas para intentar descomponer el cemento que sujetaba a las piedras unas con otras. También en ocasiones se minaban los cimientos con túneles excavados bajo las murallas.
Otras formas más imaginativas implicaban, por ejemplo, catapultar animales muertos por enfermedad o incluso cadáveres humanos dentro de la ciudad, con la finalidad de extender enfermedades que hiciesen más probable la rendición de la ciudad.
Catapulta:
Ballista:
Trabuquete: